top of page

Las cosas que disfruto.

  • Carlos A. Zertuche Zuani
  • Jul 19, 2015
  • 4 min read

Crecer por dentro



¿Y tú, ya pensaste qué es lo que disfrutas de la vida? - CAZZ



Dedico éste artículo al Ingeniero Ramón De la Peña Manrique, por su ejemplo de vida y porque es un hombre que practica lo que predica.


Vivimos en un mundo lleno de injusticias, permanentemente cambiante y exigente. La enfermedad de nuestro tiempo es el estrés. ¿Dónde han quedado los sueños, la quietud, la serenidad, la capacidad de asombro ante el milagro de estar vivos? ¿Dónde han quedado la conciencia y el espíritu, la comunión del alma con el cuerpo? ¿Dónde está la alegría íntima de los encuentros? ¿Dónde han quedado la paz y la esperanza?


Estimado lector: Te comparto este breve texto escrito en primera persona, y te invito a que hagas un ejercicio semejante; toma una hoja en blanco y haz una lista simple y sin rodeos de lo “bueno”, de aquello que gratifica tu existencia. Al terminar dale lectura en voz alta, periódicamente súmale vivencias, y sobre todo, compártela. Te aseguro que no solamente te hará sentir bien a ti, sino también, a la gente que te rodea. Al final te sugiero que sonrías. Espero que hayas comprendido que no hay una, sino mil razones para expresar la más simple de todas las plegarias; aquella contenida en una palabra simple y llana, la palabra: gracias.


Me gusta jugar un poco con las ideas y las palabras que las visten, pensar las situaciones desde los ángulos variados del espectador y el protagonista, polemizar internamente, poner en aprieto los múltiples “yo” que integran mi consciencia, para darme cuenta, que cuando creo haber llegado a la conclusión definitiva, estalla sorpresivamente, la veleidosa duda que gira eternamente sobre la circunstancia humana. ¿Cómo puede ser la vida simple? Si cada uno de nosotros somos diferentes, y además, cambiamos constantemente con el reloj de arena infinito de los años.


Me gusta el substantivo, aunque también, me gustan los alfileres que lo sostienen, aquello que califica y señala, aquello que define la singularidad de los hombres y las cosas: “los adjetivos”.


Me gustan las reuniones, oigo con interés, pero detesto a los farsantes. Disfruto el arte mayor, el que subyace oculto, soportando a todos los demás, el que transmite, comunica, y grita ¡estoy aquí, tengo algo que compartir!... el alma que se expresa: “el arte supremo de la conversación”.


Entiendo que cada uno sea un borrador de una pintura interminable, por eso, a lo más que aspiro, es a ser un cuadro de Monet, un paisaje de líneas imprecisas con una clara aspiración a la armonía, al equilibrio, a la belleza.

Cuando todos duermen, siento que saltan en mi mente las gacelas, y entablo el soliloquio que libera a mis ángeles y a mis demonios, me siento suspendido como una gota de lluvia a punto de ser abrazada por el mar, soy un barquito tambaleante de papel sin rumbo y sin bandera.


Me gusta la lectura, leer entre líneas, imaginar, sacar mis propias conclusiones, penetrar otras conciencias y aprender, para finalmente sorprenderme con las vivencias que amalgaman la condición humana.


Disfruto el cine, los mensajes, las historias contenidas en imágenes, la narrativa cobijada por una cúpula de oscuridad silente.


Armado de un lápiz y un pequeño trozo de papel, agarro al vuelo las ideas y las atrapo en frases lo más cortas posibles; encierro en ellas mis pensares y sentires, para algún día alimentar poemas o textos como el que hoy te escribo.


Admiro a la gente que sabe disculparse, sobre todo en un país como el nuestro, donde admitir un error es peor que cometerlo. Reconocer una falla no es defecto, el defecto es, no disculparse, no aprender y no corregirlo.


Me gusta discutir los temas esenciales, aunque no se llegue a nada; tomar las cosas con calma, tantas palabras, tantas ideas, tantos sueños… no tomar las cosas tan en serio, cuando hablamos no veo que el mundo se detenga ni pida nuestro permiso para seguir girando.


Creo que el que se enoja, no sólo pierde, sino que pierde dos veces, y claro que se vale, darle la vuelta al prepotente, al soberbio.


La generosidad, la lealtad y la confianza, son algo que se aprende, pero de nada sirven si no se cultivan y multiplican con los años.


La caridad no salva al mundo, pero, ¡ah como ayuda a los que tienen hambre!

Le tengo desconfianza a la sabiduría popular, pero suelo hacerle caso a los consejos de mi madre.


Yo vengo de un entorno en que los hombres expresamos los afectos, a la menor provocación me salen los “te quiero”. Aprecio sobre todo, a ese pequeño trozo de humanidad que me hace sentir como el mítico Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda, en donde el Rey comparte el banquete de la vida con la familia y los amigos.


Hay virtudes que pesan y hay defectos ligeros, nada es totalmente mentira, ni totalmente cierto.

No me gustan las despedidas, más temprano que tarde, todos seremos polvo que nutre al mismo huerto. Cuando me haya (que no espero hacerlo pronto), nada más sonrían…. No sea tan ceremoniosos ni pongan la cara triste, que voy a estarlos viendo.


Afectuosamente, su amigo


Carlos A. Zertuche Zuani

carloszz54@hotmail.com

Marzo 2010


 
 
 

Comments


 

© 2015 por Carlos Alberto Zertuche Zuani y Wix.com

 

 

Av. Morones Prieto No. 3000-601 

Col. Los Doctores  Monterrey, N.L.

C.P. 64710 México

 

T. 8183462102

C. 8110802097

bottom of page