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El poder de las palabras.

  • Carlos A. Zertuche Zuani
  • Jul 20, 2015
  • 4 min read

Crecer por dentro



“Hay que cuidar las palabras y el cómo las decimos; Decir lo que se quiere y querer lo que se dice. Una palabra puede ser un arma fulminante o una flor, una gota de lluvia, una caricia, un beso, o una flecha que parte el corazón.” - CAZZ


Dedico este artículo a la Arq. Martha Lozano de Siller y a toda su familia, simplemente por el placer de la amistad y los tiempos compartidos.



Queridos lectores, amigos todos, gracias por el espacio y la oportunidad de estar nuevamente con ustedes. En esta ocasión me gustaría compartir unas breves notas de un viaje realizado hace tiempo a Florencia, y al final, regalarles una bella posdata.


Recojo del camino ideas y sensaciones y las visto con palabras que mi mente dicta. Me atrevo con humildad, a presentar algo muy particular e íntimo, porque cierto estoy que nada de lo humano nos debe ser extraño. Yo amo las palabras, y lo que ellas guardan, pues me brindan la oportunidad de entender, sentir e imaginar a este mundo lleno de locuras. Leer y escribir es un viaje de ida y vuelta, en donde exploro con minucia mis pensamientos y emociones hacia el reconocimiento de mi condición humana.


Creo que hacer introspección, nos vuelve una especie de mineros de nuestra conciencia… alquimistas de las esencias… hijos de la vida, de todo lo visto y lo soñado.



FLORENCIA


Toda la vida es un trayecto, un camino imperfecto pero perfectible, que gira entre la euforia y la melancolía, existen accidentes y desvíos que la actitud puede volver afortunados, heridas en la mente, raspones en el alma arrodillada, y sin embargo, seguimos caminando, cada día es una vida y una vida puede caber en un instante. Me gusta vivir, disfruto los trayectos, todo es una posibilidad posible entre dos puertos que nosotros no elegimos. ¿Cuál es el límite de mi conciencia con la conciencia colectiva de otras generaciones? Divaga mi pensamiento fragmentado y exploro, o cuando menos trato, de averiguar que historias antiguas se unen a la mía.


Van quedando ideas imprecisas unas de otras, y descubro que aún tengo el asombro del niño, que ve con ojos de auténtica sorpresa el milagro de la aurora y el ocaso, de ciudades, de ruinas, de edificios que aún maltrechos y desgastados conservan a pesar de todo, su porte altivo y señorial. Qué hermoso arcoíris veo, de prendas multicolores tendidas en los barandales, parecen pañoletas agitadas por doncellas en un día de fiesta.


Más allá, veo el contraste de los tiempos, la modernidad de una arquitectura geométrica de vidrio y acero, que refleja el sol de la Toscana. Cuántas historias detrás de las paredes y los muros. Me invade un sentimiento de nostalgia ¿Vivo realmente mi vida, o estoy viviendo la continuación genética e inmortal de la vida de los otros? Corre por mi cuerpo, una sangre viva que siento que no es mía. Van en ella los sueños de un artista taciturno y desvelado, que trata de encontrar como plasmar el sutil desvío de una mirada, la línea que limita, el color preciso.


El arquitecto interpreta la distancia exacta entre el sonido y el silencio, la cadencia entre la nota y el espacio, entre la materia equilibrada y el vacío… la sinfonía brillante que envuelve la palabra “arquitectura”. Arquitectura… eres prodigio de música petrificada. Miro los frescos, las líneas y colores, las actitudes y miradas suspendidas en el tiempo. Las cúpulas de múltiples iglesias sobresalen por doquier, parece que Dios quería tomar el sol, pero antes decidió, que en el paseo infinito de los tiempos, era mejor tener cubierta su cabeza con sombreros de excéntrica belleza.


Cuánto arte Florencia concentrado en tan poco espacio, cuánta hermosura, cuánto misterio, cuánta vida en un bloque de piedra-mármol delicadamente esculpido.

Palacios, galerías y plazas. Piazza di Santa Croce, Piazza della Signoria, Piazza del Duomo, Piazza della Repubblica, Piazza Santa Maria Novella…cuánta historia en esencia reducida en perfume que sorprende y alucina. El paraíso tiene puertas Bautismales y el campanario de Santa Maria dei Fiori extiende complaciente su mirada esquiva, por encima del hombro que semeja la imponente cúpula del Duomo. Se mete un poco el sol y una nube que llora adorna el horizonte, aparece entonces la belleza hecha paisaje: “el puente Vecchio sobre el río Arno”, visión sublime que penetra el alma, pintura que palpita, dibujo, acuarela en movimiento, que fulmina mi alma… que fulmina.


Qué decir de los reyes, príncipes guerreros, monarcas, mecenas… figuras religiosas, historias bíblicas, personajes mitológicos. El “David” parece que hoy tiene alta su autoestima y en una pose de humildad soberbia y a la vez despreocupada, imagino que me hace un guiño, como diciendo ¡mírame!, ¡maravíllate!, sorpréndete de la tersura de mi piel marmórea e inmediatamente después, despreocupado, gira su barbilla hacia la izquierda fijando su mirada de estrategia, para enfrentar a Goliat en la batalla interminable de la vida.


Tema a tratar es otro, ¿Qué fuerza impulsa a los artistas a descubrirse y levantar el vuelo? ¿Cuál es el rayo fulminante que impulsa al genio a la conquista de su obra, de sus sueños? ¿Son seres humanos o volcanes? Que retumban desde el centro de la tierra en ríos de fuego candente, alucinante. ¿Son, serán mensajeros del Olimpo? ¿Serán ángeles que han trastabillado entre las nubes y caído del cielo? Ó un regalo de Dios anticipado, que nos dice: “Vean de lo que soy capaz, ¡disfruten! Ahí les mando de regalo una pequeña porción del paraíso”.



POSDATA


“Cuando al escribir quiero hablar del mar, de la mujer, de Dios, me inclino sobre mí mismo y escucho lo que dice en mí el niño; él es quien me dicta mis palabras, y si logro llegar con las palabras a pintar sus grandes figuras –el mar, la mujer, Dios- lo debo al niño que todavía vive en mí. Vuelvo así a ser niño para poder contemplar el mundo con mirada virgen y verlo siempre por primera vez”. - Niko Kazantzakis en “Carta al Greco”


¿Cómo la ven? Vamos a pasarla bien y a darle buen uso a las palabras que buena falta nos hace.

Yo por lo pronto, les mando un abrazo cargado hacia la izquierda, y como dice la canción (de Ana Belén y Víctor Manuel): “seamos un solo corazón… tendido al sol”.


Afectuosamente, su amigo


Carlos A. Zertuche Zuani

carloszz54@hotmail.com

Mayo 2011


 
 
 

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